Corre panzón corre

Tengo 39 años... Cualquier cosa que me proponga a hacer a partir de los cuarenta y que sea dirigente de mi rutina la considerarán parte de una crisis existencial. Así qué, mejor comienzo desde ahora, se verá más natural la loquera. 

Deje de hacer deporte en la escuela secundaria, justo el día que vi por vez primera una computadora. No volví a jugar fútbol por dedicarme a desentrañar los misterios de aquel aparato que potencialmente era capaz de hacerlo todo. 

Nunca engorde demasiado, pero tampoco volví a ser flaco. Y una vez casado, la vida sedentaria y las comidas copiosas hicieron de mi lo que soy: un panzón. 

Por supuesto que cada año nuevo mi propósito incluía ponerme a dieta y hacer el ejercicio que me devolviera a la gloria de las tallas chicas. Pero si bien no pasaba una semana antes de volver a las papas fritas y a los refrescos. 

Hace unos tres años, tuve un momento estilo Inception, vi un documental en el cual tres corredores atraviesan África corriendo dos maratones diariamente. Fue algo que si bien no me hizo efecto de inmediato, se me fue clavando como una idea persistente. De hecho, un par de veces comencé a correr para dejarlo sin más menos de una semana después de haber iniciado. 

Hasta esta ocasión; ya que no escribo esto desde antes de comenzar, sino después de haber completado los 100 km, corriendo (bueno, corriendo y caminando) 5 km diariamente. 

Sin embargo, desde el inicio cometí errores, mismos que, preguntando y preguntando, personas que si saben de esto me han ayudado a resolver. 

Antes de continuar, he de decirles que también me inspira Forrest Gump y un tipo que lo imitó al recorrer los Estados Unidos de cabo a rabo y cuya historia me ayuda a pensar en que yo también lo puedo lograr. 

Ayer corrí por fin los 5 km, me siento bien y ya noto el primer cambio en la panza. Aquí les he de contar mi experiencia, la cual inicia desde cero realmente. 

... a correr. 

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